viernes, 6 de julio de 2012

Fiestas de San Fermín en Pamplona

Los sanfermines son quizás las fiestas más  conocidas y famosas de España en todo el mundo y te enfrentas a la paradoja de hacer compatibles Pueblo y Elegancia, de poner a prueba tu joie de vivre en la palestra de una fiesta popular.

Todo comienza al mediodía del 6 de julio con el "chupinazo", el disparo de un cohete desde la Plaza Consistorial que da inicio a la fiesta más internacional de España, por delante incluso de las caravanas de La Roja. Para evitar las molestias de la muchedumbre lo mejor es contemplarlo desde alguno de los balcones que rodean la Plaza del Ayuntamiento. Es el preámbulo a siete días de encierros.

San Fermín es un invento de los norteamericanos, en este caso de Hemingway, quien contribuyó a la difusión masiva y worldly de las fiestas. Nabokov dijo a propósito de esto que leyó "algo sobre toros, pelotas y campanas y me repugnó", pero Nabokov era un ruso blanco remilgado y nosotros  hemos venido con ganas de disfrutar al maximo. Tampoco hay que descartar la pose hemingwayesca y lo que implica: esa soledad de afianzado bebedor, de hombre contra los elementos, la inspiradora testosterona, la desesperada virilidad de posguerra. Para ello, es indispensable alojarse en el Gran Hotel La Perla, en la Plaza del Castillo, desde cuya habitación número 201, con balcones a la calle Estafeta, el escritor veía el encierro. O visitar el Bar Txoko; o sentarse en la terraza del café Iruña, donde tantas veces se retrató al cansadamas de Illinois después de conseguir el Premio Nobel, y que cuenta con un rincón que lleva su nombre.

La primera disyuntiva a la que te enfrentas es si correr o no los encierros. Ten en cuenta que Pamplona, debido a la gran afluencia de turistas norteamericanos (para este año se esperan dos millones de visitantes), es la zona de conflicto con más bajas estadounidenses después de Bagdad. Lo principal es vivir para contarlo, pero si te has puesto las gónadas por montera y vas a hacerlo, hazlo con estilo y respeto a ti mismo. Di no a las camisetas de fútbol que tanto proliferan, rechaza los sudarios de poliéster que declaran el signo de tus simpatías. No estás en el estadio, sino mirando cara a cara la muerte, en un viaje de adrenalina, y debes adoptar la ropa visceral del folclore, el disfraz del pamplonica nativo: camisa y pantalón blancos, con el imprescindible pañuelo rojo que has de llevar anudado al cuello desde el chupinazo hasta el "Pobre de mí". No puedes prescindir de la faja, también roja, que se enrolla en la cintura, y calzarás alpargatas blancas con cintas rojas.

Tú no eres de los que ve pasar la vida, o no deberías serlo. Pero tampoco puede gustarte la compañía del espectador cobarde. Además, conseguir un buen lugar requiere madrugar considerablemente y guardar sitio desde las 6.30 o incluso más temprano y esperar a que dé comienzo el encierro, a las 8.00. La mejor ubicación está en el tramo que baja desde el Museo de Navarra a la calle Santo Domingo: al no haber vallas por delante se aprecia el comienzo del encierro, pero también por ello hay que llegar más temprano. Y lo harás en compañía de una multitud beoda. Si la fiesta de la víspera ha sido digna de tal nombre.
La otra opción es verlo desde un balcón, cuyos precios están alrededor de los cincuenta euros, con desayuno incluido, y que alquilan los particulares en foros sanfermineros. La otra opción es la propia plaza de toros, pagando entrada para verlo desde allí en las pantallas gigantes. El precio es de seis euros el 7 de julio y los fines de semana, un euro menos entre semana, siendo gratis en los tendidos.

Los sanfermines duran siete días. Una semana entera para beber y celebrar como si no hubiera mañana, de muchedumbres aferradas en las calles a sus "catxis" de kalimocho. Descartar por favor estos hábitos y beber en las tabernas del Casco Viejo. Y no nos podemos perder los tradicionales churros de La Mañueta. Antes de la medianoche del 14 de julio, los pamploneses se dirigen de nuevo a la Plaza del Ayuntamiento empuñando velas para decir adiós a las fiestas y entonar el "Pobre de mí", el anticlímax coral al desenfreno vivido. Desde el balcón, el alcalde despide los sanfermines y los congregados se despojan de sus pañuelos rojos: "Pobre de mí, que se han acaban las fiestas de San Fermín". Mientras las charangas acompañan a los juerguistas hasta bien entrada la madrugada, es el momento de acudir a la iglesia de San Lorenzo a atar en sus verjas el pañuelo y repetir el eslogan anticipatorio: Ya falta menos.

Vamos a dejarlo claro. La fiesta comienza la víspera del santo y dura hasta la medianoche del 14. Si quieres cometer una locura (que muchas veces es de lo que se trata) intenta entrar en la Plaza del Ayuntamiento unos minutos antes del mediodía del día 6. Si lo consigues tendrás historias (sí, historias, muchas historias) para contar a tus nietos de por vida.

 A las ocho de la mañana Pamplona calla. La ciudad contiene la respiración para ver durante dos minutos (más o menos) cómo los toros llegan a la plaza atravesando las calles más conocidas del Casco Viejo. ¿A quién no le suena la Cuesta de Santo Domingo, la curva de Mercaderes o la famosa Estafeta?

Si no conoces a nadie con un balcón en el recorrido del Encierro, tienes tres opciones: o alquilas uno (el bolsillo te dolerá pero puede merecer la pena), o te metes a correr o buscas sitio en alguno de los vallados (olvídate de conseguir un hueco en Estafeta, la calle sólo tiene vallas en muy pocos metros).

La procesión; Es uno de los momentos más especiales de las fiestas en el que normalmente sólo verás la gente de la ciudad (los visitantes suelen estar durmiendo a esas horas). A las 10 de la mañana la corporación municipal vestida en cuerpo de ciudad (el Ayuntamiento de Pamplona es el único en España que tiene uniforme de gala) junto con la comparsa de gigantes y cabezudos, clarineros, timbaleros, maceros, txistularis, gaiteros, y la Pamplonesa (la banda municipal) acuden a la catedral a recoger al Cabildo para de ahí dirigirse a la iglesia de San Lorenzo donde se encuentra lacapilla de San Fermín. Acto seguido comienza la procesión durante la cual se viven lo que se conoce como 'momenticos': pausas donde se le cantan diversas jotas que hacen brotar más de una lágrima a los pamploneses. Es, además, uno de los momentos más espectaculares y bonitos de las fiestas por la cantidad de color y emociones que se suceden durante la hora y media de procesión.

Los churros de la Mañueta

Sobre las cinco de la mañana verás que mucha gente empieza a hacer cola en una pequeña calle del Casco Viejo (en la calle de la Mañueta). Esperan a que abra la churrería más característica de las fiestas: la Mañueta. Sus churros hechos con fuego de leña la han convertido en la más popular de Pamplona... eso y que sólo abre muy pocos días al año. Otra opción para desayunar después del Encierro es el 'Baile de la alpargata', una fiesta privada que comienza a las 8:15 en el Nuevo Casino de la ciudad. El ambiente es de lo más curioso, ya que comparten churros con chocolate los trasnochadores y los madrugadores.

Gigantes y Cabezudos

La más que centenaria comparsa de gigantes y cabezudos de Pamplona es otra de los grandes protagonistas de las fiestas. Sus gigantes y cabezudos, los zaldikos o los kilikis son unas de las imágenes más fotografiadas y queridas de las fiestas.

Bueno... amigas y amigos, los que puedan estar a partir de hoy en Pamplona espero que esta información les ayude y espero verlos disfrutando de estas increíbles fiestas y los que no, pues ya saben donde ir el año próximo o cualquier año que puedan. Luego verán mis fotos en Facebook. 

Ing. Civil Julio Manuel Contreras Félix

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